Era yo un chaval cuando por esta época del año y recién terminado el colegio, cogia mi bicicleta y me escapaba bien temprano y con "la fresca" a patear los cortados fluviales de la zona.
Aún recuerdo perfectamente lo que portaba en la mochila en aquellas escapadas veraniegas, mis primeras excursiones naturalistas. No faltaba una de aquellas cantimploras con marmita en su base y forrada de fieltro verde, mis viejos prismáticos rusos de 8 aumentos, una vieja guía de aves, una libreta de campo y por supuesto no faltaba una pequeña cámara fotográfica, la werlisa 2000 color, la típica cámara que regalaban en los años 70 para la primera comunión a muchos niños y que aún guardo y miro con cariño cuando la veo en una de las estanterías que tengo en la habitación desde donde ahora mismo escribo estas líneas, me la regalaron mis padres unos años después de celebrarse aquella "primera comunión" y recuerdo perfectamente también como descansaba flamante en el escaparate de un bazar cercano a la casa de mis abuelos y como perdía siempre algo de tiempo contemplándola tras el cristal, me hizo una ilusión enorme cuando la tuve por fin en mis manos.
Y como no, aún recuerdo perfectamente también la primera vez que observé, durante una de aquellas primeras excursiones naturalistas de mi niñez, volando a los halcones en aquellos cortados fluviales, muy próximos, frente a donde me encontraba y a escasos metros, volando, picando y haciendo piruetas, mientras consultaba nervioso y excitado aquellos dibujos de mi vieja guia de aves y comprobaba eufórico que aquello que estaba volando frente a mi eran nada menos que halcones peregrinos. Ésto ocurrió además en uno de mis rincones favoritos, en una pequeña cueva que se asomaba en medio de un cortado como si de una pequeña terraza se tratara, a la que se accedía trepando y gateando después de un buen trecho. Valía la pena porque las vistas eran fabulosas y se respiraba una paz y tranquilidad como a día de hoy no recuerdo haber experimentado de esa forma en ningún sitio aún.
Creo que es ésta una de las especies por las que más respeto he sentido, por decirlo de alguna manera, y no ha sido hasta este año cuando me he decidido a fotografiarla.
He pasado muchas horas de campo y de prismáticos durante meses disfrutando de la observación de este ave, muchas más que de jornadas fotográficas en si, que han sido contadas y muy escasas, pensando sobre todo en no causar molestias, y ha sido enorme la satisfacción al ver a los pollos volar alto y picar con fuerza, velocidad y potencia desde lo alto, lejos de depredadores como el buho real con el que compite nicho ecológico y lejos por supuesto de las manos de los expoliadores de nidos. Han sido pocos click de la cámara y pocas imágenes también, la mayoría se han quedado en mi cabeza, imaginando esa pose, ese fondo, esa luz, ese vuelo..., pero en definitiva han sido unas jornadas de "pajareo" en las que he disfrutado enormemente y que me han hecho recordar aquellas primeras escapadas en la naturaleza de mi niñez, espero y deseo que queden bien grabadas en mis neuronas por mucho tiempo.
Éstas son, junto con las de entradas anteriores a este blog, algunas de esas fotografías.
Un saludo a tod@s y muchas gracias por vuestras visitas una vez más.
Aún recuerdo perfectamente lo que portaba en la mochila en aquellas escapadas veraniegas, mis primeras excursiones naturalistas. No faltaba una de aquellas cantimploras con marmita en su base y forrada de fieltro verde, mis viejos prismáticos rusos de 8 aumentos, una vieja guía de aves, una libreta de campo y por supuesto no faltaba una pequeña cámara fotográfica, la werlisa 2000 color, la típica cámara que regalaban en los años 70 para la primera comunión a muchos niños y que aún guardo y miro con cariño cuando la veo en una de las estanterías que tengo en la habitación desde donde ahora mismo escribo estas líneas, me la regalaron mis padres unos años después de celebrarse aquella "primera comunión" y recuerdo perfectamente también como descansaba flamante en el escaparate de un bazar cercano a la casa de mis abuelos y como perdía siempre algo de tiempo contemplándola tras el cristal, me hizo una ilusión enorme cuando la tuve por fin en mis manos.
Y como no, aún recuerdo perfectamente también la primera vez que observé, durante una de aquellas primeras excursiones naturalistas de mi niñez, volando a los halcones en aquellos cortados fluviales, muy próximos, frente a donde me encontraba y a escasos metros, volando, picando y haciendo piruetas, mientras consultaba nervioso y excitado aquellos dibujos de mi vieja guia de aves y comprobaba eufórico que aquello que estaba volando frente a mi eran nada menos que halcones peregrinos. Ésto ocurrió además en uno de mis rincones favoritos, en una pequeña cueva que se asomaba en medio de un cortado como si de una pequeña terraza se tratara, a la que se accedía trepando y gateando después de un buen trecho. Valía la pena porque las vistas eran fabulosas y se respiraba una paz y tranquilidad como a día de hoy no recuerdo haber experimentado de esa forma en ningún sitio aún.
Creo que es ésta una de las especies por las que más respeto he sentido, por decirlo de alguna manera, y no ha sido hasta este año cuando me he decidido a fotografiarla.
He pasado muchas horas de campo y de prismáticos durante meses disfrutando de la observación de este ave, muchas más que de jornadas fotográficas en si, que han sido contadas y muy escasas, pensando sobre todo en no causar molestias, y ha sido enorme la satisfacción al ver a los pollos volar alto y picar con fuerza, velocidad y potencia desde lo alto, lejos de depredadores como el buho real con el que compite nicho ecológico y lejos por supuesto de las manos de los expoliadores de nidos. Han sido pocos click de la cámara y pocas imágenes también, la mayoría se han quedado en mi cabeza, imaginando esa pose, ese fondo, esa luz, ese vuelo..., pero en definitiva han sido unas jornadas de "pajareo" en las que he disfrutado enormemente y que me han hecho recordar aquellas primeras escapadas en la naturaleza de mi niñez, espero y deseo que queden bien grabadas en mis neuronas por mucho tiempo.
Éstas son, junto con las de entradas anteriores a este blog, algunas de esas fotografías.
Un saludo a tod@s y muchas gracias por vuestras visitas una vez más.
D-300, nikkor 500mm VR, nikkor TC-17, 1/1000 f/7,1. -0,3 ev. ISO 250. Reencuadrada en vertical. Hide.
D-300, nikkor 500mm VR, nikkor TC-17, 1/20s f/6,7. -0.3 ev. cable disparador. ISO 800. Fotograma completo. Hide.
Pulsa en las imágenes para verlas a un tamaño mayor (1200 px)
Hola Juanma, bonita historia la que nos cuenta acompañando estas estupendas fotografías. Yo no he tenido la suerte de tener una werlisa (mi padre si, aunque no la conserva), pero seguro que dentro de unos años guardaré con ilusion mi camara actual y siempre me acordare de los ratos que he disfrutado con ella y con los primáticos en el campo. Felicidades por el buen trabajo y resultado que ha tenido con los peregrinos.
ResponderEliminarUn saludo desde Girona
pd.: Werlisa no tengo, pero si una cantimplora con fieltro verde (heredada de mi padre...)
Juanma no consigo ver las fotos pero, desde luego, el texto que las acompaña, aparte de que da gusto leerlo, describe muy bien unos recuerdos que podrían ser de muchos de nosotros. Yo también tengo encima de la mesa la camara que me regalaron a los 8 años y que es como una pieza de museo y también tengo en los recuerdos de ir a los olivares a buscar nidos de águila real. Claro, después de ver el correspondiente episodio de "El hombre y la tierra" me daba el subidón y a falta de montañas, buenos son los olivares (por cierto, no encontré ni un águila je, je)
ResponderEliminarOye ¿recibiste un mail que te envié ayer?
Muchas gracias Mario y Juan, me alegra que sea de vuestro agrado y mucho más el haber despertado esos recuerdos. Creo que ya está solucionado, efectivamente había un par de fotografías que no se veían. Un abrazo
ResponderEliminarHola Juanma! Es agradable comprobar que muchos de los que aún conservamos esta aficion hemos tenido unos inicios muy parecidos y la fuerza con la que se garbaron en nuestros recuerdos las primeras experiencias de nuestras excursiones campestres, cuando éramos sólo unos niños. A mi me dejaban mis padres su cámara, una Olympus Pen, que me acompañó en muchas salidas de campo. Mi tierra no es muy halconera, y tuve que esperar muchos años para ver el primero. Fue en Doñana, en las marimas de El Rocío. Algien dijo: "Ahí va un halcón". Iba volando muy alto y rapidísimo. De repente, hizo quiebro, se lanzó en picado y cazó un cerceta delante de nostros...que nos quedamos bosquiabiertos y medio morados de tener contenida la respiración por la emoción del momento. Extarordinarias imágenes, enhorabuena por ellas....y por nuestros recuerdos. Un abrazo!
ResponderEliminarImpresionante reportaje. Este ave tiene un algo que atrae a cualquier fotografo de fauna. Mira que te han quedado bien las fotos... Enhorabuena
ResponderEliminarSaludos
Lourdes y Jesús
Precisoso reportaje........bonita ave , el otro dia descubri un sitio de anidamiento (este anio vi como atacaba a una cogujada y fallo!!).....pillare ejemplo de aqui....
ResponderEliminarSaludos camperos!