Después de algún que otro atardecer dedicado a observar las idas y venidas de una pareja de buhos reales, y después de algún que otro infructuoso y fallido intento, una veces se posaban ya de noche, otras en un sitio inesperado y otras sencillamente no sé lo que ocurrió :-), por fin tuve otra ocasión para disfrutar de esta maravillosa especie.
Ya había disfrutado fotografiándole hacía años, con diapositiva de aquel entonces y con un equipo muy modesto, pero desde aquellos días, todos los encuentros con el rey de la noche habían sido bastante fugaces. Incluso hace unas semanas pude hacerle un par de fotografías, en un lugar que a priori tenía muchas posibilidades, pero tan sólo al escuchar el sonido del disparador salió volando sin darme otra oportunidad.
En esta ocasión por fin pude disfrutar durante unos buenos minutos de su presencia, aunque con unas condiciones de luz muy difíciles ya, por lo que aparte de haber tenido la fortuna de conseguir alguna instantánea del encuentro, me quedo especialmente con la experiencia de sentir clavadas esas intensas miradas propias de esta especie.
En esta ocasión como ya he dicho, apareció tarde, un poco antes del crepúsculo, en la zona donde yo esperaba que apareciera, pero con una luz muy escasa ya como es natural, pero suficiente aún, lo malo es que apareció tapado por la vegetación y no llegaba a verle poco más que la cabeza.
Cuando por fin se dejó ver y se posó donde lo había hecho en otras ocasiones, ya si que escaseaba la luz de forma importante. Así que no tuve más remedio que subir el ISO hasta las nubes en alguna de las escasas imágenes que logré realizar. Y no es que me disguste el resultado de la cámara que utilizo a elevadas sensibilidades, se comporta realmente bien la D-300, pero el límite de calidad, para mi gusto, ronda los 640 ISO, y en alguno de los casos tuve que sobrepasarlos con creces para lograr salir de allí con alguna instantánea al menos.
Para rematar la faena se levantó el viento, aunque éste creo que me ayudó a amortiguar el ruido del disparador y a disimular los movimientos del objetivo, el buho giraba el cuello unas veces hacia derecha y otras al contrario, de manera que tenía que ir desplazándole en el encuadre moviendo por lo tanto el objetivo de un lado al otro desde donde me ocultaba, más de lo que me hubiera gustado, ya que ésta especie es en esos aspectos muy complicada, es dificil que se le escape un movimiento o un ruido a su alrededor y no recelar o percatarse de él, sus sentidos, especialmente su oído, están especialmente desarrolados para ser lo que es, un infalible depredador nocturno.
Os muetro unas imágenes de esa jornada con el buho real como protagonista.
D-300, nikkor 500mm f/4 VR. 1/25 a f/5.6, -0.7 ev. ISO 800. Recorte en vertical, respetando la altura original.
En las siguientes imágenes se le puede ver ya muy cerca de donde me encontraba oculto, aún estando en un "agujero" y bien cubierto de vegetación, los contados click de la cámara y el brillo posiblemente de la lente me delataron. Afortunadamente aguantó y creo que el viento ayudó bastante en ello.
D-300, nikkor 500mm f/4 VR, TC-14, 1/25 a f/5.6, -0.7 ev. ISO 800. Fotograma completo
Aquí finalmente se posó donde deseaba y donde yo lo esperaba, pero ya las condiciones de luz, como ya he comentado antes, eran pésimas. Aún así, gracias al buen comportamiento de esa cámara con sensibilidades altas y después de un procesado eliminando el ruido mediante un pluggin en PS, algo se puedo conseguir.
D-300, nikkor 500mm f/4 VR, TC-14, 1/25 a f/5.6, -0.7 ev, ISO 1250. Nivelada levemente, aproximadamente corresponde al 90 % del original.
Y por último, os muestro la última del día. La última mirada del protagonista al sol poniéndose en el horizonte. Viendo que ya se hacía prácticamente de noche y que no iba a tener más oportunidades, decidí jugármela con un ISO más bajo, a ISO 640, un valor éste que considero el límite para lograr calidad, y según en qué circunstancias, todo según mis gustos personales por supuesto y posiblemente también según mis limitaciones para procesar las imágenes resultantes con este tipo de circunstancias. Por fortuna, incluso disparando a una velocidad sólo válida quizá para fotografiar paisajes, 1/10 de segundo, la cabeza, o más concretamente sus ojos, pico y parte del plumaje, se mantuvo sin trepidar, el resto de esas plumas y vegetación, "mecidos por el viento", quedó en movimiento. Instantes después marchó volando, iniciando así su jornada nocturna.
D-300. nikkor 500mm f/4, VR. TC-14, 1/10 a f/5.6, -0.7 ev., ISO 640. Fotograma completo.
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